Un gregario es, ante todo, un hombre de equipo. Un ciclista que pone su esfuerzo personal al servicio de los demás, para que el líder sea quien cruce la línea de meta con los brazos en alto.

 

Su trabajo es proteger al líder dentro del pelotón, guiarle, apartarle de los peligros, resguardarle del viento… Bajar al coche del equipo a por agua, comida o ropa de abrigo… y volver al frente. Damos todo lo que tenemos… justo cuando más se necesita.

 

Nuestro trabajo casi siempre pasa desapercibido, lejos de las cámaras y de los focos. Pero sin él… la victoria sería casi imposible.

 

La victoria de nuestro compañero… es también la nuestra. Si uno de los nuestros gana, es porque detrás hubo un trabajo colectivo. Solo uno subirá al podio y recibirá los aplausos… pero detrás de ese triunfo… estamos todos.

 

Esa es nuestra mayor motivación: Trabajar para que el equipo gane, sea quien sea el que cruce primero la meta.

 

Ser gregario es un orgullo. El orgullo de formar parte de un equipo. De saber que, aunque la victoria parezca individual… en realidad es de todos.

 

Cuando la gente ve al campeón en el podio… pocos saben que detrás hay un equipo entero que lo ha dado todo para que ese momento sea posible. Y eso… nos llena de orgullo.

 

Nuestra recompensa es saber que hicimos nuestro trabajo, que protegimos a nuestro líder… y que fuimos una pieza fundamental en su victoria. Esa es nuestra manera de entender el ciclismo.

Somos quienes marcan el ritmo para desgastar a los rivales, quienes bajan al coche a por agua y comida para el equipo, quienes ceden su rueda si el líder pincha, quienes le protegen del viento… para que gaste menos energía.

 

Por eso, cuando llevamos el maillot del Movistar Team, no solo competimos: representamos el esfuerzo de todos y el compromiso de darlo todo por el equipo.

Queríamos contar la historia de un gregario… desde la verdad. Por eso, desde su hogar hasta la carretera, cada plano refleja su esfuerzo diario. Hazañas y adversidades se entrelazan en un recorrido que, igual que en su vida, fue un auténtico desafío.

 

Las localizaciones no fueron casuales: elegimos terrenos que pusieran a prueba cuerpo y mente. El clima, además, se encargó de darle a cada escena el dramatismo que buscábamos.

 

Durante tres días intensos, el equipo de producción, los actores y los técnicos trabajamos como un auténtico pelotón: coordinados, entregados y comprometidos con el resultado.

 

Las bicicletas fueron ajustadas al detalle por manos expertas, como si fueran a salir a competir de verdad. Y los actores, muchos de ellos exciclistas profesionales, entrenaron y rodaron en las mismas condiciones que un gregario real: con precisión técnica… y con toda la carga emocional que implica un papel tan silencioso como imprescindible.